lunes, 7 de julio de 2014

Regeneración: entre Podemos y la agenda de mejora de la calidad democrática del PP

Publicado en el Blog ¿Hay Derecho? el 7 de julio de 2014.

El martes pasado apareció en la prensa a todo color la noticia de que Rajoy resucita la “agenda de la regeneración”. Yendo al contenido se podía leer que, encendidas las alarmas por los millones de votantes perdidos y por el ambiente general de desafección hacia la clase política, en el Comité Ejecutivo del PP se había planteado una agenda de “mejora de la calidad democrática”, que no debe rehuirse sino convertirse en un reto. Temas concretos serían la reducción de aforados, la reforma electoral para elección directa de los alcaldes e incluso la reforma de la Constitución, siempre con gran consenso; y que todo ello se trataría en la Escuela de Verano del PP que se celebrará a mediados de julio.

Bien, buenas intenciones. Lo malo es que de buenas intenciones están los infiernos llenos. Y de hecho, muy poco después, en la inauguración del Campus de la FAES, Cospedal hizo una encendida defensa del sistema vigente, alertando sobre los populismos y las formaciones radicales. Considera un disparate esa “segunda transición” que pretenden algunos políticos, pues con ella quieren “destruir la primera” haciendo creer que no hay un Estado democrático, que el poder no reside en el pueblo, que no son posibles todas las ideologías, que no hay separación de poderes y, en definitiva, que no hay un Estado social y democrático de derecho. Aunque no descartó que haya que “reformar y renovar” los pilares del Estado, “no se pueden tambalear al albur de necesidades políticas y oportunismos de turno” y hay que saber cómo se puede innovar sin destrozar todo lo que ha costado tanto conseguir”. Vean aquí y aquí sus declaraciones.
Dios mío, ¿se estará refiriendo a este blog? ¿O es a Podemos? ¿O está metiendo toda reforma que no sea la “agenda de mejora democrática del PP en el mismo saco? En este blog criticamos mucho y es necesario preguntarnos de vez en cuando si exageramos la nota. En realidad, lo hemos hecho recientemente, pues en la presentación del libro, el martes 26 de junio, convine con mi hermano Javier Gomá, el filósofo, realizar un debate sobre esta cuestión, porque manteníamos, al parecer, opiniones distintas. Les diré por qué. Javier opina que, aunque cualquier progreso es siempre precario y reversible, en los últimos 2.000 años se ha dado un progreso moral, material y económico extraordinario, y que quizá este el mejor momento de la Historia Universal. No es disparatado creer que estos políticos tan denostados y este capitalismo tan cuestionable han contribuido a la confección de una sociedad más justa, más digna y más igualitaria. Y, al final, los más beneficiados de ese avance han sido las clases menos favorecidas. De hecho, nadie querría regresar a un estadio anterior de la Historia si no supiera qué posición va a ocupar en ella.
Ahora bien, este éxito colectivo tanto en lo moral como en lo material de las democracias occidentales es compatible, sin embargo, con una suerte de malestar individual, debido a un más desarrollado sentido de la dignidad y otras razones. Por ello Javier es muy crítico con el papel de los intelectuales españoles durante esta crisis, pues mientras que el comportamiento de la ciudadanía ha sido bastante ejemplar, salvo excepciones, la opinión pública, sobre todo los intelectuales, deberían ser críticos en épocas prósperas y en épocas de crisis deberían dar esperanzas fundadas racionalmente: “Pero catedráticos, escritores y artistas, en la época próspera descorchaban champán, mientras en la de crisis acentuaron aún más la desesperación, la angustia y el histerismo de la gente». Ver aquíaquí y aquí sus ideas y particularmente en este trabajo 16.- Somos los mejores.
Como se pueden ustedes imaginar, cuando oí estas opiniones pensé “se está metiendo con nosotros” y también que si lo pensaba él pudiera ser que lo pensara mucha más gente. Pero después de arduas diatribas llegamos a la conclusión que nuestras visiones no son incompatibles. El planteamiento de Javier es filosófico e histórico y, sin duda, es muy probable que sea correcto: nadie querría volver a un tiempo pasado si no supiera que papel le fuera a tocar en esta representación teatral que es la vida.  Ahora bien, aun aceptado esto, esta reflexión no es suficiente para afrontar los problemas concretos de la vida, o quizá sólo para hacerlo “con filosofía”. O sea, que si a mi me estafan con las preferentes o me quedo en paro, poco me va a consolar que esta sea la mejor época de la Historia, máxime si pienso que la causa de estos dos hechos, por ejemplo, pueda estar en malas políticas.
Y es que el planteamiento de este blog no es de corte filosófico ni de horizonte secular, sino contemporáneo y de la trinchera, regenerador en el sentido de que quiere mejorar las cosas concretas. Probablemente esta sea una gran época históricamente pero, como toda valoración es comparativa, tenemos la impresión vehemente de que hay un retroceso relativo respecto a otras épocas recientes y que no es seguro que ese filo hacia abajo del “diente de sierra” vaya luego a volver a subir o si estamos en una espiral de decadencia que pueda conducirnos a una sociedad mucho menos habitable. Y es la que nosotros vamos a vivir, por lo que pensamos que son necesarias las críticas para intentar reconducir la situación.
Ahora bien, ¿es excesiva o injusta esa crítica? ¿demasiada la responsabilidad que atribuimos a los políticos? ¿hay un riesgo de desestabilizar el sistema similar al que se está atribuyendo a Podemos? No crean que la asociación de ideas es cogida por los pelos. El otro día en la SER, al contar cosas del libro, el presentador deA vivir que son dos días me decía que nunca había visto un notario bolivariano y yo le contesté, quizá no muy acertadamente, que si Podemos hace un análisis acertado de la situación (crisis de las instituciones, conflicto de intereses, casta, etc) no hay que negarlo, por mucho que no estemos de acuerdo con las “recetas” que propone. Pero como me hizo ver un amigo, en realidad ni siquiera eso es cierto porque, probablemente, las palabras que usamos para hacer el diagnóstico (democracia, institución, libertad o propiedad) no significan lo mismo para unos y otros, como la República Democrática Alemana no era ni república ni democrática ni era de toda Alemania[1].
Y todavía más: lo que se defiende en este blog no es sólo la democracia sino el conjunto Democracia más Estado de Derecho. En Venezuela, a cuyo régimen se atribuyen simpatías a Podemos (o piensen en Rusia y tantos otros), puede que exista una democracia pero, como apuntaba acertadamente José Eugenio Soriano en el acto de entrega del Premio Scevola a Elisa de la Nuez, el problema es que no hay Estado de derecho, normas que controlen al poder y hagan su ejercicio justo y eficiente. Esta distinción es clave: no se trata sólo de que haya votaciones y que gobierne el pueblo, sino que ese gobierno se imponga por el procedimiento correspondiente y que esté sometido a la ley y a unos límites, a unos checks and balances y a la separación de poderes de toda la vida. Es como el compuesto hilemórfico de Aristóteles: la democracia es la materia, de lo que esta algo hecho, y el Estado de derecho es la forma, lo que hace que una cosa sea lo que es. Pero no puede existir una sin la otra en una sociedad avanzada.
Por eso, y con esto ya vuelvo al principio, son tan peligrosas las declaraciones de Cospedal,  porque mete cualquier crítica en el mismo saco: las posiciones populistas que supuestamente quieren destruirlo todo con aquellas que, como nosotros, piensan que sobre el papel sí hay separación de poderes y el poder reside en el pueblo, pero que en la práctica tales papeles están bastante mojados. O sea, que no vale asustar con la desestabilización de Podemos para ahuyentar también el verdadero reformismo, dando a cambio el caramelito de una agenda reformista, más bien una puesta en escena, que consistirá de momento en anunciar unos estudios cosméticos a celebrar no en el Parlamento, como debería, sino en la Escuela de Verano del PP.
Si quieren ustedes reformar de verdad no tienen que hacer grandes cambios legales: basta con respetar el espíritu de la Constitución y las leyes: no pervertir el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional con política partidista, que dimitan unos cuantos cuando se descubra la corrupción generalizada en un caso como el de Bárcenas (no se nos ha olvidado), que los partidos sean democráticos como señala la ley, que se impida la puerta giratoria, que funcionen el Tribunal de Cuentas, la CNMV y la CNMC y el Banco de España, que las Cortes sea un lugar de debates y no un sitio de apretar botones según el dedo que te saque el jefe del grupo parlamentario, expulse a sus imputados (ver artículo de Vicente Lozano), etc.
Por favor, no nos metan a todos en el mismo saco y no nos tomen el pelo con sus agendas.

[1] Otra cuestión es si es nuestra posición es acertada, pues he leído un libro de Ignacio Sánchez Cuenca, llamado “La impotencia democrática”, que critica duramente la que denomina regeneración institucional, merecedor de post aparte.

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