miércoles, 3 de noviembre de 2021

Discurso del Presidente en la entrega de los VI Premios Hay Derecho

Publicado en el Blog Hay Derecho el 30 de octubre de 2021

Hoy la Fundación Hay Derecho premia a Jaime Carvajal, que ya no está entre nosotros, y a Jesús Villegas. A ambos los une el premio y lo que motiva el premio: ser un ejemplo para los demás en la defensa del Estado de Derecho y en la integridad, independencia y eficacia de las instituciones.

Con los premios Hay Derecho tratamos de reconocer conductas éticas. Dice el filósofo Robert Audi que lo ético es hacer lo correcto por las razones correctas. Y como dice este mismo autor, lo ético es aquello que logra optimizar la felicidad sin causar injusticia o reducir la libertad, pero teniendo siempre en cuenta que las consideraciones sobre la justicia y la libertad tienen prioridad sobre las de la felicidad individual.

La conducta de Jaime Carvajal fue reconocidamente ética, pues buscaba precisamente la mejora de la situación del ciudadano a través precisamente de consideraciones de justicia y libertad. Tuve la oportunidad de compartir con él reuniones del jurado de estos mismos premios y su entusiasmo y decisión en la defensa de lo que en ese momento ocupaba preferentemente nuestras mentes: el desafío catalán. Todas las referencias que me han llegado después sobre su figura han insistido en su generosidad, empatía y capacidad de liderazgo. Nos enorgullecemos de tener ahora entre nuestros patronos nada menos que a su padre y a un amigo tan próximo como Pelayo Primo de Rivera. Es como haber recibido un legado de su ejemplo en nuestra Fundación

Jesús Villegas es un viejo compañero de lucha y un candidato antiguo a este premio que en otras ediciones ha recaído en personas que han luchado contra la corrupción, que se han destacado en la investigación del terrorismo, o que se han distinguido en la oposición a la quiebra del Estado de Derecho a consecuencia del golpe, posmoderno, como diría nuestro presentador Daniel Gascón, en Cataluña. Jesús Villegas ha realizado un esfuerzo descomunal en un empeño que tanto para la Plataforma Cívica para la Independencia Judicial, que él lidera, como para nuestra Fundación, tiene tanta envergadura como las otras que hemos premiado anteriormente: la independencia del Poder Judicial.

Por supuesto, es importante cuestionarse si debe anularse o no la reforma laboral del PP, si es correcto indultar a los independentistas, o si debe perder el escaño el diputado de Podemos condenado. Pero las reivindicaciones de independencia del Poder Judicial a través de una elección no politizada del CGPJ, que impulsa Jesús Villegas, está varios peldaños más arriba de estos temas en lo que deben ser las prioridades de una democracia avanzada, quizá porque seguramente sobrevuela y afecta a todas ellas. Y ello porque toca uno de los pilares mismos del sistema democrático, la separación de poderes, del mismo modo que el golpe catalán afectaba a la soberanía nacional.

La preocupación por la separación de poderes es permanente en los autores clásicos del pensamiento político desde el momento mismo en que se es consciente de que el poder absoluto, el Leviatán, es peligroso para las libertades. Se basa en una idea muy simple que procede de la observación de la naturaleza humana. Montesquieu –que como bien dice Jesús Villegas mucha gente cita pero pocos han leído- argumentaba que «todo hombre que tiene poder se inclina a abusar del mismo; él sigue hasta que encuentra límites. Para que no pueda abusar del poder hace falta que, por la disposición de las cosas, el poder detenga al poder».

«En todos los gobiernos tiránicos –dice- la magistratura suprema, o el derecho tanto de hacer como de hacer cumplir las leyes, está conferido al mismo hombre, o al mismo cuerpo de hombres; y dondequiera que estos dos poderes se unan, no puede haber libertad pública.

«Todo estaría perdido, si el mismo hombre, o el mismo cuerpo de los principales, o de los nobles, o del pueblo, ejerciese estos tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar los crímenes o las diferencias entre los particulares.»

La falta de separación de poderes en aquella época se predicaba –por supuesto- en otras condiciones: se trataba de evitar los abusos de la monarquía absoluta. Recientemente un exministro, en un periódico de tirada nacional, usaba este argumento para desvirtuar los de los que defienden el cambio de sistema en el nombramiento de los miembros del CGPJ para lograr más independencia. En realidad lo que Montesquieu quería –decía el exministro- era evitar que un estamento o casta de jueces, procedentes de la nobleza, pudiera retrasar los progresos del pueblo. La conclusión sería, pues, que es mejor que el pueblo soberano controle todos los poderes del Estado. Por medio de sus representantes, claro, que serían los de las cúpulas de los partidos.

Lamentablemente, este poder único de todos los poderes conduce a lo que nos decía Alexis de Tocqueville en La democracia en América: “el despotismo, peligroso en todos los tiempos, resulta mucho más temible en los democráticos”. Hoy la falta de separación de poderes o su  deterioro no nos conduce directamente, por suerte, a una dictadura, sino a una democracia capitidisminuida o iliberal. La democracia iliberal –concepto que se debe al politólogo estadounidense Fareed Zakaria- es una forma de gobierno a caballo entre la democracia liberal tradicional y un régimen autoritario: se respetan ciertos aspectos de la práctica democrática, como el sufragio universal, pero se ignoran otros, como la separación de poderes, o se vulneran ciertos derechos civiles.

Es, parafraseando a Gascón, un despotismo posmoderno, más fino, más disimulado, más complejo, menos fácil de comprender y detectar, pero despotismo al fin y al cabo, porque el sistema acaba dependiendo de muy pocas personas, las que forman las cúpulas dirigentes los partidos, que son las que deciden cómo han de actuar el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. Un iliberalismo líquido, porque las cúpulas cambian en función de las elecciones, pero acaban pactando para repartirse los instrumentos de poder. Eso sí, hacen grandes aspavientos si se lo haces notar. La semana pasada unas cuantas asociaciones estuvimos en un ministerio hablando de esta cuestión y fue mencionar a Polonia y rechazar indignados comparación alguna. Sin embargo, como hemos publicado en el blog, el sistema polaco de elección del CGPJ es muy similar al nuestro y ambas son las excepciones en Europa. Hoy Polonia ha sido multada por la UE con un millón de euros diarios por esta cuestión.

Sin duda, Europa ayudará mucho a solucionar el problema, pero los ciudadanos debemos ser conscientes de esta realidad. Si ser ciudadano en una democracia del XIX equivaldría desplazarse en un carro tirado por burros, serlo en una democracia del siglo XXI es como viajar en un avión supersónico. El dirigente necesita más preparación, porque el burro es más simple que un Boeing. Pero el viajero también tiene que tener una mayor preparación: debe elegir vuelos, pasar controles de seguridad, entender idiomas, realizar un montón de operaciones que antes no necesitaba hacer. A cambio, eso sí, llega más lejos.

Hoy hemos de preocuparnos de muchas cosas y es difícil distinguir las realmente esenciales. La enorme variedad de opiniones, libertad de modos de vida, unida a la extraordinaria complejidad de los procesos en la vida moderna, nos deja a merced de quienes tienen capacidad de influir en las conductas, de aparecer en nuestras pantallas, hoy mucho más fácil merced a la tecnología. Quienes no hayan tenido la suerte de poder adquirir ciertas herramientas de discernimiento y discriminación estarán al albur de propagandistas o  políticos o pseudointelectuales interesados.

Ser ciudadano es, hoy, más un trabajo y una responsabilidad, además de un conjunto de derechos. O mejor, es un enorme patrimonio en activos que se puede malograr si lo dejamos en manos de supuestos profesionales y nos despreocupamos de la gestión. La Fundación Hay Derecho, se dedica a esto y por eso usa como lema la frase: “Por una conciencia cívica”.

Decía Martin Luther King dijo: “nuestras vidas empiezan a acabar cuando se guarda silencio sobre las cosas que importan”. Jaime Carvajal y Jesús Villegas nos han llamado la atención sobre las cosas que importan. Muchas gracias por hacerlo.

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