viernes, 29 de septiembre de 2017

Dias de incertidumbe

Viernes, siete treinta de la mañana.

El domingo es el uno de octubre cuando se va a celebrar, o intentar celebrar, el referéndum de autodeterminación en Cataluña. Quiero escribir aquí unas notas antes de que llegue esa fecha, porque considero que va a ser un acontecimiento importante para nuestra democracia. El cómo se desarrollen las cosas quizá nos haga tener luego un sesgo retrospectivo y me gustaría dejar fijado lo que pienso.
De mi opinión sobre la evolución de la cuestión catalana he dejado buena cuenta en el blog Hay Derecho, con el post "El problema catalán para dummies",  que inserto en este blog inmediatamente al presente post. Pero hoy, viernes, la incertidumbre sobre lo que va a pasar es grande. Mi sensación general ha sido siempre que el gobierno español ha hecho siempre menos de lo que debería, que ha dejado hacer pensando que la cosa se resolvería por sí sola por su imposibilidad práctica (la actitud pasiva de ver pasar el cadáver de tu enemigo de Rajoy) o quizá porque su debilidad política le impedía obtener los apoyos necesarios para tomar medidas drásticas. También tiendo a pensar que quienes ostentan el poder tienen claves y conocimientos que nosotros no tenemos y que si hacen lo que hacen es por razones sólidas y fundamentadas. Es lo que pensaría una persona confiada en el sistema, ciertamente, pero esta tendencia natural se modera por la experiencia de varios años estudiando de cerca la actuación de los políticos que aconseja no excluir que no haya plan alguno y que se trata de una simple huida hacia adelante porque los responsables han decido poner sus intereses personales por encima de los generales.

O quizá simplemente lo que pasa es que nos hemos contagiado todos del modelo de padre protector, de los que hablaba Akerloff. Este pensador, gurú de Zapatero, decía que había dos modelos de familia: el modelo de padre estricto (conservador): según este modelo, el mundo es peligroso, siempre habrá ganadores y perdedores. Los niños nacen malos, por lo que se necesita un padre estricto que les enseñe la diferencia entre el bien y el mal, incluso con el castigo; en cambio, para el modelo de la familia del padre protector (progresista) el padre y la madre son igualmente responsables; los niños son buenos, pero pueden mejorar, mediante empatía y responsabilidad. Los padres tienen la responsabilidad de enseñar a ser feliz. Otros valores asociados son la libertad, oportunidades y prosperidad, honestidad, comunicación bidireccional, comunidad (servicio, cooperación).

Da la impresión de que la política del gobierno de Rajoy está transida de esta segunda visión o marco y que piensa que dejando que las cosas vayan solas, sin castigo ni exigencia, y con mucha empatía y concesión, van a conseguir que el sujeto se centre de nuevo. Me da la impresión de no es así y que, sobre todo en determinadas ocasiones en que todo se radicaliza, si no eres capaz de demostrar mantendrás tu palabra, serás vencido y otros posibles oponentes se aprovecharán también de tu debilidad. Quizá porque mi marco es más bien el del padre estricto, no digo que no. Pero los mensajes de firmeza verbal unido a inactividad de hecho durante estos últimos meses -o años- no ha servido para apaciguar, sino para todo lo contrario.

Eso pensaba cuando los últimos días empezamos a constatar una mayor actividad judicial y policial que desembocaba en algunas detenciones, confiscaciones de papeletas y registros. Un rayo de esperanza. Se nombra un coordinador de las fuerzas de seguridad en la persona de un coronel de la guardia civil. Empezamos a pensar que, quizá, el referéndum pueda ser desactivado. Quizá Rajoy no era tan inactivo o, como decía la Vicepresidenta Soraya Saenz de Santamaría, "tenían previstos todos los escenarios"

Sin embargo, la evidente falta de colaboración de los Mossos en la reunión de coordinación de hace tres días (Trapero incluso no fue a una de ellas) y el fiasco de la Junta de Seguridad convocada por Puigdemont nos hace pensar que, desde el punto de vista del orden público, finalmente, no va  poder ser impedido de una manera total por falta de control total de las fuerzas de seguridad allí competentes.

Quizá tal control habría exigido la declaración de alguna situación constitucional como el estado de excepción. Pero no ha querido el gobierno aplicar los instrumentos legales de que disponía. Ha preferido presionar por vías indirectas, como con la financiación, y por vía judicial. Y me temo que el domingo se va a celebrar algo y que probablemente haya problemas de orden público. Y sin duda vamos a sufrir el resto de los españoles es una humillación probablemente superior a la de 2014 y una declaración de independencia. Quizá lo que quiere el gobierno es cargarse de razón para poder actuar con la máxima legitimidad. O quizá no tiene plan alguno. Desde luego las manifestaciones y actuaciones de muchos maestros, alumnos y ciudadanos catalanes en general son inequívocas. Posiblemente suenan más que lo que son, pero tenemos un problema.

En todo caso, lo que en este momento parece claro es que esta cuestión no es una simple cuestión de orden público; ni siquiera es un problema con Cataluña: estamos en una crisis constitucional en toda regla porque de la capacidad del Estado de imponer la legalidad dependerá su credibilidad y que no se creen incentivos a otras regiones para exigir exactamente lo mismo, que es lo que la experiencia ha demostrado que suele ocurrir. Sé que mi sesgo es el del padre responsable, pero es el que tengo.

Sin duda, además de todo ello hay un problema de distribución territorial en España que habrá que resolver tarde o temprano y que exigirá  buena voluntad e imaginación. Pero el de ahora es un problema de orden público y constitucional en el que las tornas no están muy claras. Tiempos de incertidumbre.

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