sábado, 30 de septiembre de 2017

Días de incertidumbre (3)

Sábado, nueve horas.

Hoy he tenido un sueño independentista. Estaba en mi despacho con gente esperando que viniera el marido de una señora que tenía que venir a firmar una diligencia de complemento de una escritura.
De repente, entra un señor y, sin decir palabra, firma la diligencia que estaba encima de la mesa. Me quedo extrañado de que no se identifique ni diga nada, quizá está enfadado por tener que venir. Después de unos instantes de estupefacción, le pregunto quién es.

- Vengo a votar por el referéndum catalán. Me han dicho que a partir de las nueve aquí se podía votar.

- Pero ¡usted que se ha creído! - le digo yo, agarrándole de las solapas- ¡ese referéndum es ilegal!

Le arrastro de las solapas hasta la puerta del despacho y le arrojo por  las escaleras. El baja trastabillando, pero en el último escalón se tuerce el tobillo.

- ¡Vaya, vaya al colegio a denunciarme!

Según me despierto pongo la radio y de nuevo el referéndum. Un locutor dice que Rajoy ha vuelto a hacer lo mismo que en 2014: negar que el referéndum se va a celebrar y, cuando se celebre, decir que lo que se ha celebrado no es un referéndum, por lo que el referéndum no se ha celebrado. Añade que, en su interpretación, en realidad la elite política lo hace aposta para así forzar una reforma constitucional que blinde las autonomías y con ello los intereses de los partidos en ellas. Esto ultimo me parece rebuscado, aunque sí que es sorprendente ese dejar hacer, y sobre todo por segunda vez, cuando ya sabes cómo iba la cosa.

El otro día leia un interesante artículo de Antón Costas en el que dice que el choque entre las dos legalidades, con sus acciones y reacciones, se decantará por la constitucional, pero los independentistas no podrán aceptarlo porque eso significaría un castigo electoral en el futuro. Habrá movilizaciones. Quizá declaren la independencia o quizá no. Si fuera que sí habrá una reacción por el Estado, nada sutil. El siguiente paso será convocar unas elecciones autonómicas y quizá también generales. A partir de ahí no sabemos qué pasará.

Es un escenario posible, ciertamente, pero no hay que olvidar el famoso cisne negro que a veces aparece y destroza el frágil equilibrio, o desequilibrio, en que se encuentra la cosa.

Uno de ellos es que haya algún muerto, aunque dado que parece que los moscos no quieren hacer nada, y se les ha dejado controlar la situación de orden público, parece poco posible. Quizá otro cisne negro podría ser reacción popular en España. Es verdad que hay imágenes que para la gente sencilla son enormemente impactantes. Las furgonetas de la Guardia civil destruidas, policías acosados en los registros, o desafíos verbales constantes a las autoridades son sorprendentes e inexplicables para la gente que está acostumbrada a respetar su poder y confiar en su protección. Representa para muchos españoles normales, que no entienden de tantas sutilezas o estrategias políticas, una imagen muy plástica de fracaso del poder y de humillación de España. Por cierto, estos "humillados y ofendidos", esos cuyos sentimientos básicos son ofendidos reiteradamente, son los que luego acaban sorprendiéndote en unas elecciones votando a gente que dice cosas claras y sencillas.

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